miércoles, 18 de mayo de 2022

Tres hoteles legendarios de Caracas

"En el Ávila es la cosa", fue el grito de fama del novedoso hotel


Símbolos de elegancia y prestigio, el Ávila, el Humboldt y el Tamanaco son parte importante de la memoria de Caracas, ciudad que siempre ha recibido a sus huéspedes con los brazos abiertos. El diseño arquitectónico de estas estructuras marcó tendencia en las zonas donde fueron construidos y les dio un carácter vanguardista que perdura

Por CECILIA TORRES


Revivir la historia de los tradicionales hoteles de lujo en Caracas significa trasladarse a épocas que caracterizaron el avasallante desarrollo del país, cuando el espíritu hospitalario del venezolano vivía con entusiasmo los adelantos económicos y sociales. Es disfrutar la narrativa de historiadores, arquitectos y cronistas, pues todos tienen algo que contar sobre el Ávila, el Humboldt y el Tamanaco, alojamientos que se mantienen como símbolo de elegancia.

La arquitectura de estos hoteles le dio definición a las zonas en las que fueron construidos, lo que los convirtió en verdaderos íconos. Son edificaciones hermosas y llenas de detalles. A los caraqueños les sería difícil imaginar San Bernardino, el cerro Ávila y Las Mercedes sin ellos.

El lujo es relativo 

Los primeros hoteles capitalinos comenzaron como posadas, que se fueron transformando según cambiaba la economía del país. 

El arquitecto Nikolajs Sidorkovs, citado en la web  caracascuentame.wordpress, relata que en 1857 militares estadounidenses que visitaban Caracas se alojaron en una posada situada en el terreno donde más tarde se edificó el Congreso Nacional. En 1882 se construyó el hotel León de Oro, entre las esquinas de Sociedad y Traposos, donde antes estaba un convento de padres dominicos.

En 1909 fue levantado el Gran Hotel, de Bolsa a Mercaderes. Se promocionaba en El Cojo Ilustrado como un establecimiento de estilo europeo, con muebles de lujo y alumbrado eléctrico. Allí se alojaron personajes importantes, como el inventor del teléfono Alexander Graham Bell y la bailarina Anna Pavlova.

En 1930, cuando se conmemoró el centenario de la muerte del Libertador, se inauguró el hotel Majestic frente al Teatro Municipal. Entre otras personalidades, allí se hospedaron los toreros Belmonte y Manolete, los artistas del Metropolitan Opera House de Nueva York y Carlos Gardel en 1935. Fue derrumbado para construir las Torres de El Silencio.

Ávila, un salto al futuro 

Llegamos a 1940, cuando el millonario estadounidense Nelson Rockefeller y sus socios fundaron la Compañía de Fomento Venezolana cuyo proyecto inicial fue el primer hotel moderno del país, el Ávila, inaugurado el 11 de agosto de 1942 en San Bernardino, urbanización recién creada en las afueras de la capital.

El arquitecto Wallace Harrison -que años más tarde diseñó el Lincoln Center de Nueva York- lo concibió como hotel de lujo. Ello incidió en el cambio de la actividad comercial y social de los caraqueños, que hasta entonces se desarrollaba alrededor de la plaza Bolívar y del Majestic.

El hotel Ávila vino a satisfacer la necesidad de alojar a los ejecutivos que llegaron al país a partir del boom petrolero. La familia Vollmer, dueña de la hacienda San Bernardino (que ya estorbaba para la expansión de la ciudad), decidió urbanizarla y encargó el proyecto al arquitecto y urbanista francés Maurice Rotival. Los Vollmer, los Boulton y Rockefeller reunieron 3 millones de dólares y construyeron el hotel en el sitio dispuesto por Rotival, al final de la avenida Washington, con muchos árboles y orientada hacia el cerro Ávila.

Esta hermosa estructura colonial fue el más lujoso hotel hasta la construcción del Intercontinental Tamanaco. Ambos se disputaban los mejores bailes y las actividades más atractivas. En la década de los cincuenta se popularizó el lema “En el Ávila es la cosa”, con el que se promocionaban las fiestas a las que asistían los miembros de la élite política, social y cultural.

La noticia más alentadora es que este hotel conserva su encanto y mantiene su estructura en buen estado. Tiene 113 habitaciones -entre individuales, dobles y suites-, equipadas con baño, climatización, balcón, Internet y TV por cable. Puede disfrutar de bar y restaurante, gimnasio, piscina, cancha de tenis y un centro de negocios, a 15 minutos del centro y con la posibilidad de visitar el Parque Nacional El Ávila.

En San Bernardino se construyeron después hoteles que se hicieron populares, como el Waldorf en 1944, el Potomac en 1948 y el Astor, en la plaza La Estrella.

Humboldt, la joya

Coronando el cerro Ávila, a 2.200 metros sobre el nivel del mar, se encuentra una impresionante edificación desde la que se puede ver en 360º el valle de Caracas, cuando las nubes lo permiten. Es el hotel Humboldt, al que se accede en teleférico tras subir unos 20 minutos. Solo con admirar el hermoso paisaje, el visitante se siente reconfortado.

El hotel, que lleva el nombre del sabio alemán, fue construido en ese lugar de tan difícil acceso en 1956, mientras gobernaba Marcos Pérez Jiménez. Se trata de una torre cilíndrica de 60 metros de altura, con 19 pisos y 67 habitaciones tipo suite. El diseño vanguardista es del arquitecto Tomás José Sanabria y los ingenieros Gustavo Larrazábal y Oscar Urreiztieta.

Este orgullo de la arquitectura venezolana formaba parte de un plan para unir Caracas con el Litoral Central. Fue construido en 199 días y se puso en funcionamiento un día antes de vencerse el plazo establecido para terminarlo. Funcionó los primeros cuatro años y fue cerrado porque se paralizó el teleférico.

Casi 50 años después, en 2018, fue reinaugurado tras una concienzuda reconstrucción que duró 6 años bajo la dirección del arquitecto venezolano Gregory Vertulio, quien conservó la imagen original y reforzó la estructura, remodeló las suites, áreas sociales, restaurantes, salones y cocinas y le agregó todos los avances tecnológicos y comodidades. Un interesante dato ecológico es que el uso de cristal y aluminio permite que el edificio se caliente con los rayos del sol y las ventanas basculantes se pueden limpiar desde adentro.

En la actualidad, los huéspedes disfrutan de amplios espacios sociales, piscina climatizada con vista al mar Caribe, bar, sauna y spa, la pista de baile giratoria (que fue tendencia en la década de los cincuenta) y el restaurante con lo mejor de la cocina francesa, con técnicas modernas y sabores venezolanos.

Tamanaco, el fotogénico 

En 1943, los miembros de la familia Eraso, dueños de las haciendas Las Mercedes y Valle Arriba, crearon con el ingeniero mexicano Gustavo San Román una compañía constructora para urbanizar la zona, entonces alejada de la ciudad. San Román incluía en su proyecto un hotel, dos estaciones de servicio, un colegio, el Valle Arriba Golf Club, la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe y el primer centro comercial de Caracas con el primer supermercado.

Poco después, al finalizar la II Guerra Mundial, los dueños de la línea aérea Pan American Airways decidieron abrir un hotel en cada ciudad a la que llegaba. El propósito era motivar a los estadounidenses a viajar. Se les aseguraba que serían atendidos en inglés y con la comida a la que estaban acostumbrados (hamburguesa y Coca Cola). A los de paladar aventurero se les prometía que podrían degustar platos nativos. El primer hotel fue Belém de Pará, en 1946, en Brasil. El 2 de diciembre de 1953 se inauguró, en la colina que se destacaba al final de la urbanización Las Mercedes, el Tamanaco Inter-Continental. En aquella época el plato nativo era el pabellón criollo. En la actualidad, el Tamanaco ofrece una amplia variedad de platos de la cocina nacional e internacional en sus acogedores restaurantes.

Obra del arquitecto Gustavo Guinand van der Valls, el Tamanaco fue reconocido como uno de los mejores hoteles del mundo. Siempre ha destacado por la decoración y ambientación de cada espacio, áreas verdes, lobby, habitaciones, suites, salones, tiendas y la hermosa piscina.

Desde su privilegiada ubicación se puede disfrutar de la vista del Ávila y gran parte del skyline de la ciudad.

El Tamanaco se convierte en uno de los íconos arquitectónicos de Caracas, desplaza al hotel Ávila y aloja a artistas, intelectuales, negociantes, constructores y protagonistas de la vida social norteamericana y europea. Con los años, ha sido objeto de ampliaciones que le han permitido modernizarse y adaptarse a las exigencias de cada época.

El proyecto original, que incluía 400 habitaciones y 42 suites, ha sido objeto de varias remodelaciones. Fue ampliado y actualizado en 1968 por los arquitectos Américo Faillace, Nelson Douaihi y Manuel Corao, que incorporaron 200 habitaciones y 28 suites, lo que modificó la planta original en “V” por otra en forma de “Y”.

En 1981 se encargó a Carlos López de Llarena el proyecto de ampliación de las suites de los extremos, sin alterar la volumétrica original. En la actualidad se ejecutan trabajos que convertirán en complejo el hotel para adecuarlo a los nuevos tiempos.

La reputación de buen servicio se mantiene y continúa siendo el preferido de intelectuales y celebridades. En 2005 fue declarado Bien de Interés Municipal de Baruta y dos años después se declara Bien de Interés Cultural.


Con espíritu renovado

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de trabajo y familiares? ¿Qué mejor que tomar el auto, sin más documentación que la cédula y

la tarjeta de crédito, y rodar unos minutos, en lugar de recorrer horas de camino? Regálense

un fin de semana en uno de los hoteles que forman parte de la leyenda caraqueña y

aprovechen para renovar su alma y su cuerpo con una corta honeymoon y bastante descanso.

* Reserve con suficiente antelación para que no haya sorpresas.

* No se llenen de actividades. Contemplen un fabuloso atardecer caraqueño, disfruten de tomar unas copas o de conversar sin horarios.

* No empaquen mucha ropa.

* Pongan los celulares en modo avión y dispónganse a crear nuevas experiencias.

* Desayunen en la cama y ordenen una cena romántica a la luz de las velas.


Publicado inicialmente en la Revista La Lagunita Country Club

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